Las plateas esperan por los "invitados".
Entramos al estadio. Un noviembre bien noviembre de verano anticipado, con brisa fiel y cielo azul intenso.
Movimiento, agitación, ansiosas miradas, vigilar los pasos que se daban en terreno extraño.
Abajo el césped soportaba manso. ¿Qué pasa que esas plateas no están
alborotadas?
La "popu" ya está esperando. Adivino el bullicio y la ansiedad.
Más "popu", la "del otro lado".
Y, bueno, allá, donde las "populares", ya habían inaugurado la alegría.
Me sentía "privilegiada" y busqué justificarme. Por ejemplo, un agujero
en mis zapatillas fue argumento. Pero no perdoné la oscuridad y, sobre
todo, la lejanía. Es cuestión
humana intentar la cercanía de aquello que se ama. Y eran cuestiones de
amor las que prevalecían esa noche de Silvio en Caballito, trovador, Aprendiz de necedad éticamente necia. Sin embargo, sabía que eran dueños de una irrefrenable alegría que después se abrió
camino, pasó a mi lado y al lado de todos "los privilegiados" y arrimó más fulgores a la noche mágica.
La Surca
Mientras, teloneaba La Surca. Y mientras teloneaba La Surca, se acomodaban
los que lentamente llegaban. Luego llegaron cuando ya cantaba Silvio.
Pero no digo nada. Sí, digo. Digo que La Surca era una delicia. Para
escucharlos en silencio. Ellos dieron inicio con calidad de grandes a la sublime noche dle canto. Trovadores de batalla, ¡gracias!
Sigue La Surca "teloneando".
La Surca y más La Surca. ¿Me permiten...?
¡Aguante La Surca! (disculpen no lo dije en el estadio).